Nació el 27 de octubre de 1744 en el valle de Guriezo (Cantabria) y fue bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de San Vicente de la Maza, por el Cura Capellán Sirviente D. Andrés de la Cueva. Hijo de D. Juan de Ranero y Dña. María Antonia de San Martín. Nieto, por parte de padre de D. Agustín de Ranero y Dña. María de San Martín, y por parte de madre de D.Pedro de San Martín y Dña. María Antonia de la Garma. Todos ellos naturales y vecinos del barrio de Lugarejos.
En dicho barrio, en la ermita de San Mamés, consolidaba Manuel su formación religiosa iniciada en el hogar.
Tuvo dos hermanos: Ana María y Gregorio, ocupando nuestro beato el 2º lugar.
Realizó los estudios fundamentales en las escuelas de la localidad, y muy joven se fue al Perú, con el “anhelo de transmitir la fe cristiana a los pueblos incaicos…”, ingresó en 1759 como Hermano donado en el Colegio de propaganda Fide Santa Rosa de la ciudad de Ocopa. “Los hermanos donados, eran cristianos acogidos a un convento (…) destacaban por su generosidad, su entrega y su honda piedad hacia el apostolado directo, pero todavía sin profesión canónica a la que se preparaban”. Manuel de Ranero ejercía de limosnero, para proveer al sustento a la comunidad, por la provincia de Jauja y la ciudad de Ocopa.
Pronto salió del colegio de Ocapa acompañado de otro religioso y de doce indios cristianos, partió hacia la zona de San Francisco de Manoa, también conocida como Yapati. Allí ejerció su misión evangelizadora. Y allí encontró la muerte a manos de los seguidores del curaca Runcato, el 11 de octubre de 1766. Tenía 22 años, y llevaba 7, consagrado a Dios como franciscano.
Cuando le encontraron, “yacía desangrado, pero con el rostro luminoso como un ángel ante la mirada complacida de Cristo”. Sin embargo su sangre no fue estéril. Y como señala el hagiógrafo “volvamos pues los ojos agradecidos a este cántabro paisano nuestro del Valle de Guriezo, que entregó su sangre joven por la cristianización del Imperio de los Incas”.Fuente: Francisco Odriozola Argos, Cántabros testigos de la fe en el siglo XX. Santos, beatos, venerables siervos de Dios. Obispado de Santander 2001.(Págs.126-130)